Luís Soares es un investigador y creador nato. Pintor, escultor, grabador, cartelista, diseñador gráfico, vidriero y alfarero, su obra se caracteriza por un fuerte acento simbólico expresionista.
Nacido en Mozambique, de ascendencia portuguesa, actualmente residente en el país luso, su gran producción artística y su afán de conocimiento han proyectado su creación a nivel internacional, consolidándose hoy como un gran artista de reconocido prestigio y con obras en importantes museos de varios países.
En esta antología presenta obras de diferentes etapas, en las que se aprecia su afán de descubrimiento y experimentación, siempre con una constante, su acentuado acento primitivista, su atribución a la representación simbólica de tipo orgánico pero también con un profundo acento mitologizante y divinizador.
En el periodo 1967-1974, utilizó diferentes técnicas y procedimientos sobre el papel en su creación pictórica: tinta china, pasteles y, más tarde, técnicas mixtas. La figuración expresionista apareció en el periodo 1975-80, para ser seguida por verdaderos viajes del alma, producto de ensueños, sueños y meditación (1981-83). La fase simbolista corresponde a los años 1984 y 85, aunque este enfoque de su obra no lo abandonó después, aunque parecía más tamizado. El esquematismo aparece en 1986 y 1987, luego pasa por un año de gran experimentación en 1988, interesándose por el informalismo en 1989 y por la creación orgánica en 1990. Paralelamente a su producción pictórica, trabaja en escultura, marcadamente expresionista, de carácter sensual. mientras que su cerámica es más descriptiva, desde 1980 hasta la actualidad, y su creación en azulejos sigue la misma línea, mucho más condescendiente en el aspecto formal del término. Desde los años 90 hasta la actualidad, el artista portugués se interesa por profundizar en su concepto primitivista más acusado, transformándolo en un lenguaje pictórico con una marcada impronta personal, en el que destaca su visión simbolista, su recreación casi ingenua de personajes, su mundo de seres existentes, mujeres sentadas, composiciones y rostros de influencias picassianas, trazos de cierta ingenuidad que le acompañan continuamente, presentándonos un mundo universal de seres dotados de alma, desde las galaxias que chocan entre sí, hasta los peces de colores, pájaros exóticos, rostros de ojos grandes que miran el mundo que se les presenta con la fuerza de la verosimilitud.
De lo real, de lo visceral. De la paleta viva, chocante, cromáticamente incandescente, pasa al color sensual, dotado de sensibilidad, de fuerza de carácter, alimentado por la vivacidad de todas las esencias.
Evoluciona de la verosimilitud a la verdadera idiosincrasia. De la realidad de un pintor ensimismado en el mundo, marcado por lo orgánico, pasa a una aproximación en la que se inserta en el camino de los dioses, de esos seres que rigen el destino de una humanidad marcada por la ignorancia con su omnipresencia . Desde los colores de la inocencia hasta el cromatismo del sexo y la estructuración del aura de todos los seres creados.
Luís Soares, pintor portugués, de alma africana y destino universal.
Mateo Berrueta, Mario Ángel Marrodán e Joan Lluís Montané,
de la Asociación Internacional de Críticos de Arte